viernes, 25 de julio de 2014

A pagar la fiesta




Un supuesto formulado de manera tramposa impulsó el proceso de “apertura a la inversión” de Pemex. En la desmesurada propaganda oficial se propone que si dicha empresa se abre a la competencia internacional no sólo tendremos mejores precios en combustibles, sino que Pemex será una empresa capaz de competir con las trasnacionales. Para convencer no se apela a datos y argumentos, se sugiere una pregunta tan tramposa como el supuesto que moviliza el proceso privatizador: ¿tú, mexicano, no quieres ver a Pemex entre las mejores petroleras del mundo, acaso no quieres precios más bajos en tu recibo de luz y gas? Sí, claro, sólo un tonto puede responder que no, o uno de esos retrógradas de la izquierda que no quieren que el país avance.

Lo que no nos dice la casta política, y lo sabían desde el principio -algunos analistas lo dijeron- es que el precio a pagar sería extremadamente alto. Y no me refiero al costo en términos de soberanía: el legado de Lázaro Cárdenas que machaconamente nos inculcaron desde la primaria (acuérdese de su torre hecha con palitos de madera) como uno de esos hitos que dieron origen al México moderno y soberano, el legado del último estadista del México moderno; no, me refiero al costo en términos económicos, dinero constante y sonante que saldrá de nuestros impuestos. 

Ahora que ya es un hecho que Pemex podrá "competir" con las transnacionales, nos dicen la otra parte: Pemex acumula pérdidas por más de un billón de pesos -más de un millón de millones de pesos-. Y para que una empresa como Pemex pueda competir con Shell o Exxon, debe tener finanzas sanas ¿Tú, mexicano, no quieres que Pemex tenga finanzas sanas, no quieres que pueda competir en igualdad de condiciones con las transnacionales? Sí, claro, sólo un tonto podría contestar que no, un pejezombie de esos que no quieren mover a México, y de los que ya estamos cansados ("Dejar con el pasivo laboral a Pemex, sería como amarrarle un brazo atrás y llevarlo a una pelea de box en desventaja", dijo cínicamente Manlio Fabio Beltrones). Pues, sanear Pemex, es decir, pagar las pérdidas que se han acumulado durante décadas, y que son el resultado de malos manejos, errores de asociación, robo del narcotráfico, corrupción de los líderes del sindicato, etc., nos va a costar más de un billón de pesos. Y ese dinero, que representa entre el 10 y el 12 por ciento del PIB, tendrá que salir del presupuesto, ¿de dónde más?

Pero no todo es culpa del PRI, no nos engañemos; también es culpable el PAN que estuvo en la presidencia 12 años y no enfrentó la situación. No sólo no atacó a la corrupción, sino que también utilizó a Pemex a discreción como caja chica, y una gran cantidad de políticos del blanquiazul incursionaron, o se afianzaron, en el negocio petrolero. El PRD no lo hizo porque no lo dejaron, porque si hubiera podido lo hubiera hecho, como demuestra el manejo que hizo de Luz y Fuerza del Centro, la caja para imprevistos de la izquierda capitalina. Lo sabía Calderón y requisó la empresa, le cortó el flujo de recursos que manejaban con total opacidad. Aún más: vía el Pacto por México el PRD se coludió con el PRI para aplicar la reforma hacendaria. Ahora, el PRI, coludido con el PAN aplicará la misma estrategia con la energética. Todos ganan, y quizá la peor evaluación moral y política se la lleve el PRD con su juego doble: pactó las reformas con anterioridad y ahora tomará como bandera electoral la defensa de los energéticos y de la economía de los más necesitados. Su cálculo era que podía aprobar la reforma hacendaria y luego dejarse ver como enemigo de la privatización de Pemex, una máscara para encubrir el rescate financiero de la hasta hoy paraestatal. Con la fiscal, el PAN hizo aspavientos y amagó con irse a los tribunales; con la reforma energética, lo está haciendo la izquierda, que le apuesta todo a un consulta de dudoso alcance. Pero ambos están más interesado en el cálculo electoral.

¿Qué parte de esos pasivos de Pemex se deben a la sobrecarga fiscal de la fue objeto la paraestatal y qué parte se debe a la corrupción? ¿Cuánto de ese dinero fue para financiar las campañas del PRI o para “rescatar las finanzas” de estados y municipios saqueados por todos los partidos con total impunidad? Quizá ya nunca lo sabremos. Porque la casta política, téngalo usted por seguro, ellos no pagarán. ¿Qué se puede hacer ahora? ¿Apoyar las movilizaciones a las que la izquierda tramposa y opaca va a convocar? Todo parece indicar que ahora sólo resta pagar y seguir pagando porque, es un hecho, en algún momento esto tenía que pasar, la deuda es ya inmanejable y se sanea en algún momento o esto deriva en caos financiero. Pero no lo tome personal. Usted y yo, lector, sólo tuvimos la mala suerte de nacer en una época equivocada y no en una de esas en las que el dilema era cómo manejar la bonanza ("Tenemos que acostumbrarnos a administrar la abundancia", nos advirtió alguna vez López Portillo... y seguro no le hicimos caso). La abundancia fue efímera, cierto, apenas una ilusión. La ilusiones, que muy poco han aprendido de las deudas, se desvanecen en el aire sin dejar rastro.

El título de esta entrada, por cierto, se lo debo a Erlich, de quien lo tomo sin permiso alguno.