Un
supuesto formulado de manera tramposa impulsó el proceso de
“apertura a la inversión” de Pemex. En la desmesurada propaganda oficial se propone que si dicha empresa se abre a la competencia
internacional no sólo tendremos mejores precios en combustibles,
sino que Pemex será una empresa capaz de competir con las
trasnacionales. Para convencer no se apela a datos y argumentos, se sugiere una pregunta tan tramposa como el supuesto que moviliza el
proceso privatizador: ¿tú, mexicano, no quieres ver a Pemex entre
las mejores petroleras del mundo, acaso no quieres precios más bajos
en tu recibo de luz y gas? Sí, claro, sólo un tonto puede responder
que no, o uno de esos retrógradas de la izquierda que no quieren que
el país avance.
Lo
que no nos dice la casta política, y lo sabían desde el principio
-algunos analistas lo dijeron- es que el precio a pagar sería
extremadamente alto. Y no me refiero al costo en términos de
soberanía: el legado de Lázaro Cárdenas que machaconamente nos
inculcaron desde la primaria (acuérdese de su torre hecha con
palitos de madera) como uno de esos hitos que dieron origen al México
moderno y soberano, el legado del último estadista del México
moderno; no, me refiero al costo en términos económicos, dinero
constante y sonante que saldrá de nuestros impuestos.
Ahora
que ya es un hecho que Pemex podrá "competir" con las
transnacionales, nos dicen la otra parte: Pemex acumula pérdidas por
más de un billón de pesos -más de un millón de millones de pesos-. Y
para que una empresa como Pemex pueda competir con Shell o Exxon,
debe tener finanzas sanas ¿Tú, mexicano, no quieres que Pemex tenga
finanzas sanas, no quieres que pueda competir en igualdad de
condiciones con las transnacionales? Sí, claro, sólo un tonto
podría contestar que no, un pejezombie de esos que no quieren mover a
México, y de los que ya estamos cansados ("Dejar
con el pasivo laboral a Pemex, sería como amarrarle un brazo atrás y
llevarlo a una pelea de box en desventaja", dijo cínicamente Manlio
Fabio Beltrones). Pues, sanear Pemex, es
decir, pagar las pérdidas que se han acumulado durante décadas, y que son el resultado de malos manejos, errores de asociación, robo
del narcotráfico, corrupción de los líderes del sindicato,
etc., nos va a costar más de un billón de pesos. Y ese dinero, que representa entre el 10 y el 12 por ciento del PIB, tendrá que
salir del presupuesto, ¿de dónde más?
Pero
no todo es culpa del PRI, no nos engañemos; también es culpable el PAN que estuvo en la presidencia 12 años y no enfrentó la
situación. No sólo no atacó a la corrupción, sino que también utilizó a Pemex a discreción como caja chica, y una gran cantidad de políticos del blanquiazul incursionaron, o se afianzaron, en el negocio petrolero. El PRD
no lo hizo porque no lo dejaron, porque si hubiera podido lo hubiera
hecho, como demuestra el manejo que hizo de Luz y Fuerza del Centro,
la caja para imprevistos de la izquierda capitalina. Lo sabía Calderón y requisó
la empresa, le cortó el flujo de recursos que manejaban con total
opacidad. Aún más: vía el Pacto por México el PRD se coludió con
el PRI para aplicar la reforma hacendaria. Ahora, el PRI, coludido
con el PAN aplicará la misma estrategia con la energética. Todos
ganan, y quizá la peor evaluación moral y política se la lleve el
PRD con su juego doble: pactó las reformas con anterioridad y ahora
tomará como bandera electoral la defensa de los energéticos y de
la economía de los más necesitados. Su cálculo era que podía aprobar la reforma hacendaria y luego dejarse ver como enemigo de
la privatización de Pemex, una máscara para encubrir el rescate
financiero de la hasta hoy paraestatal. Con la fiscal, el PAN hizo aspavientos y amagó con irse a los tribunales; con la reforma energética, lo está haciendo la izquierda, que le apuesta todo a un consulta de dudoso alcance. Pero ambos están más interesado en el cálculo electoral.
¿Qué parte
de esos pasivos de Pemex se deben a la sobrecarga fiscal de la fue objeto la paraestatal y qué parte se debe a la corrupción? ¿Cuánto de ese
dinero fue para financiar las campañas del PRI o para “rescatar
las finanzas” de estados y municipios saqueados por todos los
partidos con total impunidad? Quizá ya nunca lo sabremos. Porque la
casta política, téngalo usted por seguro, ellos no pagarán. ¿Qué
se puede hacer ahora? ¿Apoyar las movilizaciones a las que la
izquierda tramposa y opaca va a convocar? Todo parece indicar que
ahora sólo resta pagar y seguir pagando porque, es un hecho, en
algún momento esto tenía que pasar, la deuda es ya inmanejable y se
sanea en algún momento o esto deriva en caos financiero. Pero no lo
tome personal. Usted y yo, lector, sólo tuvimos la mala suerte de
nacer en una época equivocada y no en una de esas en las que el
dilema era cómo manejar la bonanza ("Tenemos que acostumbrarnos a administrar la abundancia", nos advirtió alguna vez López Portillo... y seguro no le hicimos caso). La abundancia fue efímera,
cierto, apenas una ilusión. La ilusiones, que muy poco
han aprendido de las deudas, se desvanecen en el aire sin dejar
rastro.
El
título de esta entrada, por cierto, se lo debo a Erlich, de quien lo
tomo sin permiso alguno.